Mi experiencia con el zen cristiano


Creo que la primera referencia que tuve de la existencia del zen me llegó a través de mi profesor de religión, un hombre excepcional, jesuita, que contándonos parte de su vida nos habló de algunos estados alterados de conciencia que había experimentado practicando meditación zen fuera de España.

No suscitó en mí un interés personal por el asunto, pero sí me transmitió la sensación de algo valioso y verdadero. Es diferente leer algo a que te lo cuente alguien que lo ha vivido, claro.

El verdadero acercamiento fue posterior, gracias a las lecturas de gente como Tony de Mello, A. Blay, Ramiro Calle y por último Thomas Merton que me lanzaron a leer directamente a gente como Deshimaru o Suzuki.

No fue el zen lo que me movió a seguir un camino de búsqueda espiritual sino el conocer una comunidad cisterciense, una comunidad de hermanos con una doctrina y una praxis contemplativas vivas. Ninguna lectura puede compararse a la vida, reitero.

Ya como monje tuve ocasión de conocer una maestra zen cristiana escuchando dos conferencias de ella. Me encantó su pensamiento y sensibilidad, aunque me pareció demasiado rígida en ciertos aspectos. Mi propia experiencia monástica me ha hecho desconfiar de los métodos y de las rigideces en este camino. Así como me ha hecho relativizar cosas como la “Iluminación” y a valorar lo sencillo, lo humano, lo normal.

Mi conexión con el zen llegó en un monasterio en Toledo, en el que realizaba unos días de retiro, cuando alguien dejó un folleto sobre un taller zen. Me gustó la sencillez y normalidad con que se expresaba el autor. Aquello no parecía el zen que conocemos habitualmente de posturas perfectas, ambiente japonés, vacío, etc… Se hablaba del amado, de dar la mano a los demás, de amor y no de iluminación como meta.

La experiencia del primer sesshin fue para mí de una gran ayuda, la sencillez de las explicaciones, la profundidad de la práctica, la normalidad de todo y del maestro, así como el misterio que se palpaba en todos me convencieron de que era un camino para mí también.

Ahora mismo me siento muy identificado con esta rama del zen que conozco, una rama que viene del rinzai a través de un movimiento de acercamiento a los laicos, dando lugar al zaike o koji zen, una escuela zen laica, volcada en la vida normal y que ha simplificado los koan, las posturas, las ideas sofisticadas…

Creo que practicar zen en occidente no supone hacerse japonés, con gashos por todas partes, maestros hieráticos, Dokusan al estilo japonés tradicional, cuando en Japón se han abandonado ya en muchos sitios estas rigidices…

Es curioso que fuera el propio maestro japonés quien animó a inculturizar el zen en la tradición cristiana española como requisito para poder enseñar zen al maestro español que conozco. Zen es volver a nuestra raíz, nuestro rostro original ¿Cómo podía enseñarle esto a alguien que rechazaba sus raíces?.

También el propio maestro budista zen del Japón animó a expresar la experiencia en términos de amor, de relación personal, criticando la idea que nos hacemos del vacío budista y expresando una estupenda impresión personal hacia el cristianismo, que contrasta con las críticas que hace de ciertas formas de budismo.

Creo que la vía de un zen cristiano pasa por mantener ese respeto a las raíces del zen (hay que vincularse a un linaje zen, no se trata de inventarse nada) pero inculturarlo sin miedo, plenamente, en nuestra cultura y religión. Es absurdo creer que se respeta más el zen por mantener formas japonesas, el zen va más allá de la cultura en la que se encarna, y también el zen tiene que enriquecerse con lo cristiano.

Un zen cristiano no es una suma de zen japonés por un lado y de cristianismo occidental por el otro, es la unión con discernimiento de ambos mundos. San Juan de la Cruz, por ejemplo, puede ser una fuente de koan para el zen japonés como los koan japoneses nos pueden iluminar el Evangelio. No se trata de hacer sincretismos superficiales ni de mantener rígidas barreras (Hasta aquí el zen, hasta aquí lo cristiano, un verdadero encuentro transforma a los que lo protagonizan, ya no pueden seguir siendo iguales).

¿Quién sabe si un día un zen cristiano, que trabaje con textos de místicos cristianos, no llega a ser un modo de revitalizar el zen en Japón, ahora que allí está decadente? Sería el mejor modo de pagar este regalo que es el zen para nosotros.

Publicado por José Antonio Vázquez

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